En primer lugar, si compráis las almendras crudas y decís de tostarlas en el horno de casa y molerlas después, tened en cuenta que muchos disfrutan encontrándose trocitos de almendra en el alfajor. Pensad en dejar un par de buenos puñados para picarlos en trocitos más grandes para alegrar un poco el postre. Sólo tenéis que extenderlas en la bandeja del horno y hornearlas hasta que estén ligeramente doradas y luego destruirlas vilmente con una picadora hasta conseguir un polvo grueso y súper vitaminado.
Así que una vez tenemos la materia prima lista, empezamos cociendo la cáscara de limón con el azúcar, la canela, el anís y el agua, dejando que el mejunje reduzca y se convierta en un almíbar espeso, ardiente y con un ligero tono dorado. Un tiempo de cocción más largo permite extraer los aromas y sabores del limón y la canela, haciéndolo mucho más sabroso, intenso y rico.
Quizás el paso que puede entrañar más dificultad es el del punto del almíbar. Resulta que este puede adquirir la consistencia de punto de hebra si al levantarlo con la cuchara éste cae en forma del hilillo espeso y goteante. Un tiempo más elevado de cocción y entonces adquirirá la consistencia de punto de bola, mucho más compacta, densa y la que necesitaremos para nuestro alfajor. Si dejáis caer una gotita sobre un plato, os humedecéis un dedo en agua para no acudir a la unidad de quemados, y lo frotáis suavemente, veréis como adquiere una forma esférica. Ese es el punto. Nuestro alfajor lleva cidra, lo que aportará un grado de humedad extra a la receta, de forma que cuanto más espeso el almíbar más consistencia tendrá para compensar el agua de la fruta. La receta clásica excluye la cidra e incorpora toneladas de almendras además del almíbar al punto de hebra, más fluido para aportar precisamente esa carencia de humedad. No obstante en cualquiera de los casos podremos regular la consistencia con posterioridad añadiendo pan rallado muy fino a la masa, pero eso lo veremos después.
Apartamos nuestro almíbar bolero, pescamos la corteza de limón y las ramas de canela para eliminarlas, y añadimos la cidra en conserva, removiendo hasta homogeneizar un poco la mezcla antes de añadir la lluvia de almendras.
Conseguiremos un engrudo espectacular, propio del contenido del estómago de nuestra mascota. El intenso olor a anís, canela y almendra, nos hará superar la arcada de la guarrada anterior. Debe quedar una masa consistente, que mantenga la forma y no se desparrame por la mesa. Si no es así, añadiremos un poco de pan rallado hasta corregir el espesor.
Nos humedecemos las manos en anís y extendemos la mezcla sobre las obleas, masajeando.
Tapamos con otra oblea y pasamos un rodillo suavemente para distribuir y compactar el contenido, que debería tener un centímetro de espesor aproximadamente. Si desborda, se elimina el sobrante pasando un dedo y listo.
Ahora a esperar un poco a que se enfríe del todo, se endurezca un poco y adquiera algo más cuerpo.
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